jueves, 9 de julio de 2009

Bebes mordelones


Cuando mi niño muerde a los demás...

Escuela: Viernes 1:30 PM.

Miss: Señora necesitamos hablar con usted, Ximenita mordió a su compañerito….

Yo sólo sentí que me sonroje y sólo dije hablaremos con ella y te pido que también hables con ella al momento que lo haga. En casa normalmente no lo hace, quizá es por que no hay más niños en casa. Pero que puedo hacer para que ya no muerda???....seguramente les ha pasado por la mente esta pregunta como a mi!!

En el artículo y en el video se explican algunas razones por las que muerden los niños y como podemos educar a nuestros “mordelones”.

Mi niño muerde a todo y a todos

Dependiendo de la edad, los niños tienen motivos y soluciones distintas a eso de “hincarle el diente “ al prójimo El que el niño o niña muerda en un principio puede resultar hasta gracioso: ¡uy! Pero si me ha mordido, pobrecito le dolerán los dientes… más de lo que a mi el brazo. Puede incluso, ser un don que recibamos con alegría: sucede a veces que el pequeño va creciendo como un monstruito desdentado y, sin saber como, un día va y te pega un bocado para anunciarte que ya si, que ya le germinaron los incisivos. La alegría suele durarnos lo que tardan los demás niños y cuidadores en llamarle “el terror del parque” o “la fiera de la guarde.
Los que tienen alguna experiencia en esto de la pa- y maternidad, no consideran “anormal” esto de los mordiscos: saben que este pequeño juego no anuncia ningún tipo de comportamiento violento, ni ahora ni en el futuro. Suele ser bastante frecuente entre edades comprendidas entre los 18 meses y la edad preescolar, siendo la temporada más “incisiva” entre el año y el tercer cumpleaños.

El porqué muerde depende de muchos factores relacionados con su fase de crecimiento. Para situar lo antes posible a nuestro mordedor infatigable haremos un esquema según las diferentes edades y épocas de este simpático “animal doméstico” que es el niño mordedor:

El bebé: el mordedor explorador
El bebé es nuestro mordedor explorador: la boca de los bebés es el órgano más desarrollado y es su canal de comunicación y de recepción de la mayoría de los estímulos. Cuando un bebe muerde el pecho o el hombro de una persona está utilizando el mejor canal que tiene para saber más sobre el mundo que le rodea (para él, es como si entablase una conversación: no tiene palabras ni movilidad para saber cómo son las cosas, así que las mordisquea para saber más).

Además, el aprendizaje basado en causa–efecto [voy a morder a ver qué pasa… ah, vaya, parece que se ríen y que además está rico, bueno, entonces seguiré un poco más], le resulta divertido, novedoso, y va a marcarle su desarrollo posterior.

El que nuestro bebé muerda, en la mayor parte de los casos, suele ser parte de su forma de expresarnos la alegría y emoción, con lo que ahí lo que tenemos que hacer es seguirle el juego con músicas, cosquillas en la barriguita…

Ahora también es cierto que resulta peligroso el saber que “todo se lo va a llevar a la boca” y aunque sea esta su manera de conocer el mundo, no todo lo que se encuentra por el suelo se puede morder y no todas las personas o niños se merecen un mordisquito de vez en cuando, en estos casos un “No” con rotundidad basta [aunque por si acaso, ya sabes, no le quites un ojo de encima]. No hay que olvidar tampoco que esta época es también el fantástico momento en el que sus dientes están presionándole las encías. Es una sensación molesta, y algunos niños alivian el fastidio mordisqueándolo todo. En estos casos es necesario que lo hagan claro, pero con control, no todo vale para ser mordisqueado.

Recomendamos mordedores así como galletitas especificas para su dentición, que aliviarán la presión que les produce sus nuevos dientes en sus encías.
De 18 meses a 3 años de edad: el mordedor por limitación

Ante nuestro mordedor se abren demasiadas puertas: necesita habilidades sociales, autodominio, necesita más capacidades lingüísticas, necesita controlar el ambiente y, (y aquí llega lo importante) como no lo siempre puede, pues muerde.

Es cierto que en el anterior mordedor, el experimental, hemos visto como la percepción del mundo era trasmitida por el mordisco, el gusto y la boca. Pues nuestro mordedor frustrado aun recuerda esa capacidad y en muchos de los casos usa ese lenguaje primitivo para relacionarse con el mundo: igual que con el anterior mordedor, aún no tiene bien definido el sentimiento de empatía que le haga discernir esas filosofías de que “el morder a otro/a duele”.

Además sus intentos de lenguaje o no se comprenden lo suficientemente bien o no se respetan, lo que irremediablemente le lleva a la perdición de los mordiscos.
El mordisco llega a ser un lenguaje propio que puede designar desde la alegría y emoción más absoluta hasta la tristeza o el aburrimiento. Recuerda que el niño aun no es capaz de separar sus propias emociones y mucho menos de controlarlas.
Esta suele ser la edad más conflictiva, y pueden sucederse incidentes con otro otros niños/as, cuando este desee la atención de otro adulto, cuando quiera el juguete de otro niño... [cuando haga sol, cuando no lo haga…]

Hay que consolar en primer lugar a la víctima y tratar con desaprobación el acto, aunque sepamos que la intención de nuestro niño no era hacer daño, pero es importante no demostrar esa atención que el niño pedía, ni siquiera con una regañina y sobre todo no hay que caer en esa brillante idea de “devolverle el mordisco al niño”, para que así se entere de lo que duele: la violencia no es un lenguaje, ni siquiera como demostración.

Lo primero que se debe intentar es dar a nuestro niño un lenguaje apropiado y efectivo para expresar sus sentimientos, o para pedir lo que quiere. Para ello es importante que cada vez que esto ocurra le felicitaremos con todos los elogios que solo un padre/madre sabe hacer –“muy bien pepito/a, no te preocupes que ahora lo solucionamos”.

Niños de edad preescolar: el mordedor por “buenas razones”
Esta edad es menos frecuente que nuestro niño muerda, porque ya comienza a tener un lenguaje que le sirve de expresión y de acercamiento con los demás. Muchos niños a esa edad ya tienen el suficiente “don de gentes” necesario para expresarse sin demasiadas frustraciones. Sin embargo existen otras causas, no menos importantes, para volver al mordisco:

En situaciones de peligro el niño muerde como autodefensa, es su manera de recobrar el control de la situación. Asegúrate de que sus posesiones y ambiente en ese momento están bajo control, sus juguetes, sus amigos, su familia..etc. Podemos hablar de un nivel de estrés, quizás un cambio de escuela, el fallecimiento de los abuelos, separación de los padres o que uno de los dos se ausente por motivos de trabajo…etc.

En cualquier caso el niño requiere un cariño y una atención extra, intentando que esté lo más tranquilo posible en un ambiente de lo más relajado. También habría que desaprobar el acto con los métodos antes mencionados, un “No” rotundo pero sin dramatismos que puedan asustar al niño o hacerle sentirse culpable por encima de lo estrictamente necesario.

Lo más importante es el cariño y la tranquilidad, en el mundo del niño hay algo que se está moviendo y debemos averiguar de qué se trata. Para ello, seguimiento, atención y paciencia.

Hay niños que muerden por poder personal: el morder a otros niños les refuerza su propio control y autonomía, ante estos casos lo importante es ensañarle y fortalecer las actitudes sociales positivas como, compartir, pedir perdón con un abrazo o dar las gracias. Hay que reforzar las positivas y felicitarle bien por ellas, si el niño recibe atención cuando no muerde no le será necesario recurrir a actitudes agresivas para recibir la misma atención o para reforzar su propia persona.

CONSEJOS PARA EDUCAR A NUESTROS “MORDEDORES”

La violencia no es una respuesta emocional, la violencia no es un lenguaje ni nos debe servir como ello, sabido esto: no nos vale un azote o un mordisco “para que veas cómo duele”. Hay que responder de manera educacional y ante todo con un uso del lenguaje lo más apropiado posible.

Si el niño está muy alterado, darle unos minutitos de descanso entre juego y juego. De una manera muy sutil y sin romper el ambiente de recreo. Sin dramatismos, ni exageraciones, que puedan asustar o ridiculizar al niño delante de otros niños.

No hay que permitirles que muerdan en casa porque si lo hacen en casa también lo harán sin ningún reparo en el parque o el la guardería. Como siempre, una cooperación entre el educador del centro y los padres es una buena iniciativa, el educador sabrá dar respuestas positivas y los padres conocerán perfectamente el carácter y la conducta del niño.

Observar el comportamiento de tu niño y los estados que le inciden en morder ¿está cansado o aburrido? ¿se siente feliz? ¿le han quitado su juguete?Cuando, cómo y a quien muerde.

Mantener el cariño y la comprensión son las claves de este episodio memorable en la vida de tu hijo, que algún día y con un poco de suerte recordaras entre risas…..

Fuente: www.somospadres.com









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